Bailarinas del polen: el lenguaje secreto de las abejas

Las abejas, aunque pequeñas, juegan un papel crucial en nuestros ecosistemas. A pesar de que su picadura puede causar ansiedad, especialmente entre quienes tienen alergias, su comportamiento y estructura social son sorprendentemente sofisticados.

Estos insectos operan en colectivos altamente eficientes. Dentro de cada colonia, una reina ejerce el mando mientras las abejas obreras se encargan de la producción de miel. Para ello, realizan incursiones diarias en busca de néctar, una tarea esencial para la supervivencia de su colonia.

Descubrir una fuente de néctar es solo el inicio para una abeja; el siguiente paso es transmitir el descubrimiento a sus hermanas en la colmena. La comunicación entre ellas no depende de sonidos, sino que se basa en una coreografía meticulosa que indica la posición y la calidad del alimento.

Al retornar a su hogar después de localizar néctar, la abeja no utiliza señales acústicas para compartir su hallazgo; en cambio, realiza un baile especial. Este baile, conocido por los humanos como la “danza de las abejas”, es un método sofisticado y efectivo que utilizan estos insectos para comunicarse entre sí.

El descubrimiento de Karl Von Frisch se centró en el análisis del comportamiento de las abejas dentro de su hábitat natural. Observó que la abeja pionera ejecuta una danza en forma de ocho sobre la superficie de la colmena, alternando su ruta en cada ciclo, lo que resulta en un patrón que recuerda a un reloj de arena.

Durante su danza, la abeja produce vibraciones con sus alas y distribuye pequeñas cantidades de néctar, permitiendo así que sus compañeras degusten y perciban las características del néctar encontrado. Aunque este ritual no revela la localización precisa ni la lejanía de la fuente de néctar, las abejas observadoras se lanzan en una búsqueda expansiva en las proximidades de la colmena, confiando en su sentido del olfato para encontrar el alimento.

El significado de este baile

Inicia su danza en un patrón circular, donde cada rotación y cambio de rumbo sirve como una guía para sus compañeras, indicándoles la dirección a seguir. Además, la intensidad con la que ejecuta cada rotación comunica la riqueza del néctar en la fuente descubierta. Las observadoras, atentas a cada detalle, empiezan a imitar la secuencia de movimientos.

Imitando la secuencia, las abejas memorizan la ruta hacia el néctar y son capaces de compartirla con otras colonias vecinas, asegurando que todas puedan beneficiarse. Este método constituye un sistema de comunicación eficaz y veloz para localizar alimento, evidenciando la sofisticación y complejidad del comportamiento animal.